El 8 de marzo es una fecha que nos invita a reflexionar acerca de la necesidad de abordar las brechas y sesgos de género como condiciones que impiden el ejercicio democrático. En relación con este punto, es necesario señalar que el término democracia no remite exclusivamente a la democracia representativa, que en el caso chileno, nos conduce cada cuatro años a elegir representantes para el poder ejecutivo y legislativo, sino que el término también hace referencia a la democracia cotidiana, es decir, aquella que se expresa en las relaciones que mantenemos a diario y que es posible identificar, analizar y también modificar con el propósito de contribuir a la consecución de mejores formas para la vida en comunidad.
Las Instituciones de Educación Superior en Chile, a partir de la Ley 21.369, han avanzado en garantizar procedimientos que regulan el acoso sexual, la violencia y la discriminación de género, estableciendo un marco que nos ayuda a custodiar que no se vulneren derechos y al mismo tiempo, que se sancionen las acciones que los transgreden. Sin embargo, como comunidades educativas tenemos el desafío de complejizar nuestra tarea con el propósito de pasar de acciones disciplinarias a acciones afirmativas que aborden los cambios culturales que implica asumir una vida basada en relaciones democráticas, que consideran tanto el reconocimiento de identidades como la distribución del poder. Desde el ámbito universitario esto implica asumir como tarea, lograr que más mujeres sean partícipes de las diversas áreas de conocimiento, eliminando sesgos y brechas de exclusión que las marginan o, en el peor de los casos, las excluyen de ciertas áreas del saber.
Como Universidad Técnica Federico Santa María nos hemos comprometido desde hace varios años en la búsqueda de alternativas para fortalecer la presencia de mujeres en STEM. Por ello hemos adherido al programa “Más Mujeres Científicas” del Ministerio de Educación y, por segundo año consecutivo, somos la universidad que ha matriculado a la mayor cantidad de mujeres a nivel nacional. Este programa sumado a otros esfuerzos institucionales ha permitido aumentar la representación femenina a un 29% en la admisión de primer año.
Acciones sistemáticas como éstas también han considerado el aumento de la planta de académicas, y el reconocimiento de mujeres destacadas de nuestra comunidad universitaria, valorando el aporte de nuestras profesoras, investigadoras, funcionarias, alumnas y exalumnas. Sin embargo, la tarea no está finalizada y queda mucho por hacer para consolidar estos cambios. En virtud de ello, este año se institucionalizó la Dirección de Género con el propósito de integrar esta perspectiva en todo el quehacer universitario y para toda la comunidad, porque avanzar implica promover un cambio cultural que, tanto dentro como fuera de los límites de nuestra institución, apunte a fortalecer una democracia cotidiana más inclusiva y equitativa.