Columna de opinión de Andrés Navarro, profesor del Departamento de Química y Medio Ambiente, USM Viña del Mar.
Cada 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua como un hito que permite relevar en la discusión pública mundial la importancia de este recurso para la sociedad en su conjunto. El bienestar de la humanidad se puede evaluar en relación al progreso para mejorar el acceso equitativo al agua para consumo humano y a la infraestructura de saneamiento básico asociada.
Para la Organización de las Naciones Unidas resulta un imperativo destacar la importancia del agua para la agricultura, la industria y la generación de energía. También es esencial para nuestra higiene personal y la limpieza en nuestras casas y lugares de trabajo. Además, el agua es fundamental para mantener el equilibrio ecológico de nuestro planeta, dado que ayuda a mantener la biodiversidad de los ecosistemas y a proporcionar el hábitat para los seres vivos que los habitan.
La idea de esta conmemoración es también invitar a los países a concertar actividades para la promoción de la conciencia pública, a través de la difusión de temas relacionados con la conservación de los recursos hídricos. Es así, que desde un aspecto más amplio es deber de cada nación generar condiciones a su acceso por las implicancias, por ejemplo, en la prevención de una cantidad significativa de enfermedades, especialmente en los países en desarrollo, mediante un mejor suministro de agua potable, instalaciones sanitarias adecuadas y mejores prácticas de higiene en la población.
Desde un aspecto más local, e incluso a nivel de comunidad e individual, siempre es importante destacar acciones concretas que promuevan un uso más consciente, por ejemplo, reparar las fugas de agua de grifos, instalar dispositivos de ahorro de agua como cabezales de ducha de bajo flujo o inodoros de doble descarga para reducir la cantidad de agua que se utiliza. Por último, ser consciente de su consumo y su utilización, porque cada acción cuenta y puede hacer una gran diferencia en la reducción del consumo de agua.
En conclusión, el agua es un recurso vital e irremplazable. Debemos valorarla y protegerla, para asegurarnos de que esté disponible para las generaciones futuras. La conservación y el uso sostenible del agua son esenciales para la vida en nuestro planeta y para el bienestar de toda la sociedad.
Por ello, el trabajo en este tema debe enfocarse en generar las condiciones y lineamientos que permitan desarrollar una transición hídrica justa, entendida como un proceso gradual de adaptación de la gestión del agua a un modelo más sustentable e inclusivo.