Columna de opinión de Valeria del Campo, directora proyecto InES Género.
“Mi mamá es ingeniera”. ¿Cuántas niñas y niños hoy dijeron esto? Muy pocos.
En Chile, menos de un cuarto de quienes ejercen esta profesión son mujeres, lo que deja tres preguntas sobre la mesa: ¿Por qué son pocas?, ¿por qué es un problema? y ¿cómo lo resolvemos?
Para responder a la primera pregunta, basta mirar los resultados SIMCE publicados la semana pasada. Haciendo un análisis superficial, podría asumirse erróneamente que “los hombres son mejores en matemáticas” o “las niñas prefieren la lectura”. Justamente, son esas conclusiones las que han llevado por décadas a los sesgos de ciencia y género, cuya consecuencia es que nadie pregunta a las niñas “¿Has pensado estudiar ingeniería?”.
¿Por qué es un problema? Simple, hay una doble pérdida: tanto desde el punto de vista del desarrollo tecnológico, como desde las posibilidades que se truncan para las mujeres. Está demostrado que las empresas con directorios mixtos generan más ganancias, porque distintas miradas diversifican las estrategias y amplifican la presencia en el mercado. Asimismo, la ingeniería pensada solo por un sector de la población tiende a replicar los sesgos y miradas de quienes la desarrollan y no llegan a la mayoría de las personas. La segunda pérdida es de las mujeres. En el mediano plazo, cinco de cada seis empleos serán en áreas de ciencias, tecnologías, ingenierías y matemáticas. Si solo una de cada ocho mujeres estudia estas carreras, el empleo va a caer de manera abrupta en los próximos años y no habrá política pública capaz de levantarlo.
¿Cómo lo resolvemos? Igual como los y las ingenieras solucionan los problemas, de manera colaborativa. Es fundamental el trabajo conjunto entre el Ministerio de Educación, el de Ciencias y el de la Mujer para el desarrollo de una política pública que abra oportunidades a las mujeres en toda su trayectoria. Motivar las matemáticas en las niñas y promover que estudien ingeniería mejorará la calidad del empleo femenino y disminuirá la violencia de género. Hago énfasis en “una” política pública, porque no es suficiente que cada ministerio genere sus propias estrategias, no basta con tener las ruedas, el motor y el chasis de un auto, es necesario que las partes trabajen de manera integrada para que funcione.
Sumar a las mujeres a la ingeniería, es sumar más talento y nuevas visiones. Al mismo tiempo que aumenta el PIB y los sueldos de cada familia. Esto no es un solo un derecho de las mujeres, es un deber del Estado, de las universidades y de las escuelas; es un camino claro al desarrollo del país y a una mejor calidad de vida de todas las personas.