La Dra. Fernanda Claverías es la encargada de caracterizar este nuevo grupo bacteriano que se extrae directamente de Playa Torpederas en Valparaíso. Su biodiversidad no se ha registrado en ningún otro lugar del mundo.
En un bote junto a otros colegas parte la travesía para extraer las primeras muestras de este grupo bacteriano, cuyo estudio podría derivar en la creación de nuevos antibióticos con aplicación en humanos. Así lo explica Fernanda Claverías, ingeniería Civil Ambiental de la Universidad Técnica Federico Santa María, doctora en Ciencias con mención en Microbiología e investigadora postdoctoral en el Centro de Biotecnología “Dr. Daniel Alkalay Lowitt” (CB-Dal), gracias al apoyo de la Dirección de Investigación.
La curiosidad por un grupo de bacterias denominadas “Actinomycetotas” comenzó hace varios años y su trabajo en esta línea le ha permitido descubrir una nueva especie de bacterias a la cual denominó «Spiractinospora alimapuensis». “La mayoría de los antibióticos de origen bacteriano que utilizamos hoy para salud humana provienen de las Actinomycetotas que producen este tipo de compuestos”, explica la experta.
Aunque no se puede asegurar que esta bacteria marina no exista en ninguna otra parte, no hay registros de que haya sido aislada en otro lugar del mundo, lo que indica que está adaptada al medio. El trabajo de la investigadora, por tanto, ha sido descifrar cuáles son las adaptaciones ambientales para que este tipo de bacterias se propague específicamente en Valparaíso, ya que es “una bacteria alcalófila y halotolerante. Eso quiere decir que les gustan más las condiciones de pH alcalino y no ácido. Puede crecer sin sal, pero crece mejor en condiciones con mayor salinidad. Y eso también nos da una pista de que probablemente está muy adaptada al medio marino porque el mar es ligeramente alcalino”.
Bioinformática: descifrando el genoma
La investigadora explica cuáles son las proyecciones que tiene este descubrimiento y el objetivo de su investigación que tiene dos componentes principales, por una parte, conocer la genética de esta bacteria. “Nosotros hacemos el análisis del genoma para ver si hay genes que producen compuestos que pueden ser bioactivos o antibióticos en este caso”. Y, por otra parte, se realizan los cultivos de esta bacteria para ver si hay algún componente antibiótico en ella.
De esta forma, la bioinformática predice si se produce un nuevo compuesto que tenga este potencial antibiótico y priorizarlo, o bien, si produce algún compuesto conocido, como por ejemplo el cloranfenicol. “En el caso de mi investigación, en esta bacteria no he encontrado ningún antibiótico conocido, sin embargo, lo que podido ver a través de la bioinformática son potenciales compuestos que tendrían modificaciones muy interesantes en los cuales me estoy enfocando para ver si efectivamente hay actividad antimicrobiana, o incluso, antitumoral. Y de allí ver cuáles son las posibles actividades biológicas de estos compuestos”, explica Claverías.
Una vez finalizado este trabajo se puede ver su viabilidad y aplicación en humanos dada la alta demanda de nuevos antibióticos debido a la creciente resistencia que se ha generado debido al comportamiento de ciertas bacterias, de lo contrario, su uso podría focalizarse en el rubro agropecuario.