Columna de opinión de María José Escobar, académica del Departamento de Electrónica.
En febrero se conmemora el día internacional de la Niña y la Mujer en la Ciencia, y para relevar la labor de las investigadoras de la macrozona -regiones de Valparaíso y Coquimbo-, hicimos un llamado a que enviaran un mensaje a las científicas del futuro. La respuesta fue inesperada, en medio de las vacaciones académicas, 60 investigadoras de distintas edades se sumaron para enviar un mensaje de lucha y esperanza a las nuevas generaciones.
Sus palabras hablaban de un camino difícil, donde habían sido relegadas puesto en duda sus capacidades, pero a pesar de eso las alentaban a seguir un camino que las apasionaba profundamente. Nos dimos cuenta de la gran necesidad que estas mujeres tienen de ser escuchadas, validadas y reconocidas en esta labor que realizan, siguiendo un camino que sin duda cuenta con más impedimentos que los hombres.
Desde mi experiencia personal he visto como muchas de mis compañeras de clase no pudieron vencer estos obstáculos sociales, que nunca estuvieron vinculados con sus capacidades profesionales. Las brechas de género en el ecosistema de la ciencia, tecnología e innovación, siguen amenazando las oportunidades de crecimiento y bienestar para las actuales y futuras generaciones.
Una realidad que se ve plasmada en diversos indicadores asociados a la producción científica, al emprendimiento y la innovación, donde la participación de mujeres en la ciencia es radicalmente menor, en contraste a la de sus pares del sexo opuesto.
Ante esta situación, se acaba de develar un esfuerzo inédito para revertir el panorama e incentivar la igualdad en la ciencia, la tecnología y la innovación: La primera Política Nacional de Igualdad de Género para la Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (CTCI), resultado de un extenso proceso colaborativo entre diversos actores de la sociedad, liderado por el Ministerio de Ciencia, con el aporte de los Ministerios de la Mujer y la Equidad de Género, Educación y la Subsecretaría de Telecomunicaciones.
Me enorgullece haber sido parte de este proceso, que ha sido también un proceso de transformación personal, dándome cuenta que más allá de igualar oportunidades para las mujeres, se requiere una transformación social y cultural, donde hombres y mujeres aprendamos a relacionarnos de una manera diferente, validando nuestras diferencias y abriendo paso a una sociedad más diversa y pluralista .
Es fundamental contar con una hoja de ruta que promueva las condiciones necesarias para que más mujeres se inserten en el mundo de la ciencia, lo que sin duda generará un tremendo impacto en la generación del conocimiento y fortalecerá la matriz productiva nacional haciéndola compleja y próspera, mejorando así la competitividad de nuestro país.
Confiamos que gracias a este gran esfuerzo, los índices de participación femenina en la ciencia cambien de manera decisiva el rostro de la ciencia al 2030, convirtiéndose en uno más inclusivo, abierto y acorde a lo que nuestra sociedad requiere para avanzar.