Columna de opinión de Claudio Tapia, director (s) Departamento de Estudios Humanísticos.
Las últimas semanas, la agenda bilateral chileno-argentina ha estado marcada por las declaraciones cruzadas en torno a la Carta Náutica presentada por Chile y las declaraciones de la Cancillería trasandina, con relación a las pretensiones expansionistas de las autoridades. En la práctica, nada nuevo ante la situación de delimitación de espacios de interés de cada país. La Plataforma Continental se suma a la lista de entredichos entre ambos países que se arrastra desde 1856, cuando surgieron los primeros avances destinados a resolver la delimitación fronteriza, y que tuvo puntos de acercamiento con el Tratado de 1881 y luego, en 1902, con el Tratado General de Arbitraje, que privilegió la negociación como principio de resolución de conflictos. En contraparte, la crisis de 1978 por el Canal de Beagle fue el momento de mayor tensión ante la escalada belicista.
En las últimas décadas se avanzó en el proceso de integración, que incorporó los temas de delimitación como uno de sus ejes, incluso avanzando a tener tropas binacionales en el marco de OPAZ de Paz de Naciones Unidas, un avance categórico en la colaboración.
¿Por qué entonces ahora se produce una mayor tensión sobre el tema de la Plataforma Continental Austral? La respuesta pasa por la proyección hacia la Antártica, proceso que quedó congelado en 1959, con la firma del Tratado Antártico, y que, en el actual escenario mundial, ha recobrado fuerza tanto por las reclamaciones originales, como por los países que no reconocen delimitaciones, y en la actualidad, por la posible explotación de este territorio virgen, tanto en el aprovechamiento como reserva de agua (en un planeta acosado por las mega sequías) como por las potencialidades de los recursos existentes bajo la capa de hielo.
Bajo esta lógica, es posible considerar que las declaraciones argentinas sobre la vocación expansiva chilena no solo son destempladas, sino que retrotraen a las rivalidades decimonónicas que mantuvieron a ambos países en una carrera armamentista por más de dos décadas. Sin embargo, también es posible ver una segunda derivada en estas declaraciones: la vieja, pero eficiente estrategia, de buscar alinear a la opinión pública nacional cuando al interior del país hay crisis en ciernes, como quedó demostrado con la debacle de la coalición de gobierno del presidente Fernández en las recientes primarias.
El tema de la Plataforma Continental extendida será un punto más en el largo camino de discusiones, técnicas y políticas, que se suma a otra problemática que ha estado a la sombra del debate, la delimitación de Campos de Hielo Sur. Es de esperar entonces, que los gobiernos avancen por los principios de la diplomacia, escenario en que Chile ha demostrado estar siempre dispuesto a defender sus argumentos en el marco del Derecho Internacional.