Columna de opinión del docente de Prevención de Riesgos de la Universidad Técnica Federico Santa María en Concepción, Victor Lizama.
El mundo está aún enfrentando la crisis del COVID-19, pandemia que ha generado cambios culturales importantes y un desarrollo acelerado de la medicina por medio de la creación de vacunas de protección, así como el uso necesario de mascarillas.
De acuerdo a las nuevas disposiciones sanitarias, el uso de protección respiratoria en espacios cerrados seguirá siendo obligatoria y, en espacios abiertos y en determinadas condiciones, también. En este contexto, es importante diferenciar entre mascarillas y respiradores: las comúnmente conocidas como mascarillas quirúrgicas se caracterizan por ser holgadas, cubriendo nariz y boca. Su diseño permite proteger solo en una dirección, evitando la propagación de pequeñas gotas hacia el entorno y brindando protección respecto de la proyección de pequeñas gotas o fluidos corporales de otras personas. Sin embargo, no protege al usuario de la inhalación de partículas aún más pequeñas, como aerosoles biológicos, debido a que la holgura producida al usarla permite que más de un 40% del aire inhalado y exhalado no pase directamente por esta barrera.
Por el contrario, los respiradores son elementos que se diseñan para que se cree un sello facial, permitiendo que todo el aire pueda ser filtrado y no ingrese por los costados de la cara, brindando una protección adecuada en dos direcciones: el aire que entra y sale por el respirador. Dentro de estos, encontramos el respirador KN95, que se construye en base a la Norma China GB-2626, interpretándose como un respirador que permite capturar todas aquellas partículas con un tamaño mayor de 0,3 micras, con una eficiencia entre 95 y 99% aproximadamente.
¿Realmente es efectivo si el tamaño de un virus es del orden de 0,1 micras? Es efectivo, ya que las partículas pequeñas, como el virus COVID o de la Influenza, tienen un movimiento tipo browniano en el aire, que ayuda a la filtración debido a que los virus chocan con las moléculas de oxígeno, nitrógeno, agua, etc., produciéndose un patrón errático de movimiento, siendo más fáciles de capturar por los filtros.
En tanto, las mascarillas de telas, como las de algodón puro (generalmente caseras) tienen eficiencia de retención del orden del 18% para partículas de 0,3 micras o más cuando están diseñadas en doble capa, y de un 19% cuando son de cuatro capas.
Como recomendación, se llama al uso preferente de respiradores. En caso de no contar con éstos, usar mascarillas tipo quirúrgicas y, en el peor de los casos, mascarillas de algodón. Cualquiera sea la situación, siempre se debe velar por un buen ajuste del protector respiratorio a la cara del usuario, como una medida para evitar contagios de enfermedades respiratorias.