El sistema eléctrico nacional tiene una longitud superior a 3.000 km, con un diseño y operación bastante particular a nivel mundial, debido a que su forma queda impuesta por la geografía de nuestro país. Esta particularidad, hace que nuestro sistema eléctrico sea largo y angosto, con un bajo nivel de interconexión o enmallamiento. La interconexión está provista por la infraestructura de transmisión, compuesta por líneas de transmisión y subestaciones.
Las líneas de transmisión son las “carreteras eléctricas” de nuestro país, uniendo a las distribuidoras, donde estamos los consumidores residenciales como tú y yo, industrias y grandes empresas productoras. Además, es allí donde las generadoras inyectan su energía en este gran sistema. La columna vertebral del sistema eléctrico chileno es el sistema de transmisión de 500 kV, que se diseña y opera con circuitos duplicados o en paralelo, para lograr redundancia. Esto permite, que, en el caso de la desconexión de una línea por una falla, la otra línea sostenga la interconexión, evitando la interrupción del sistema.
Ahora bien, aunque la columna vertebral del sistema se planifica, diseña y opera para contener el efecto de fallas en sus componentes, mediante elementos redundantes y un régimen de operación adecuado, esto se realiza para la ocurrencia de una falla a la vez, no considerando fallas simultáneas o una cadena de fallas o errores que se podrían dar en una situación muy particular.
En el caso del apagón total de este 25 de febrero, la falla provocó la desconexión de dos de estas instalaciones críticas, y justamente en aquellas que estaban en paralelo, lo que en un sistema eléctrico largo y angosto como el chileno, provoca que el sistema se divida en dos partes. Una de estas partes queda con excedente de energía y la otra con déficit. Estos desbalances entre generación y consumo eléctrico en cada sistema son críticos para su estabilidad y provocan tal impacto que, dependiendo de su amplitud y condiciones previas, podría no ser controlado desembocando en un apagón.
Un impacto de esta magnitud no había ocurrido desde el año 2010, debido al terremoto. Además, el año pasado ocurrió un apagón parcial, de magnitud considerable debido al gran incendio que afectó a nuestro país. Es natural pensar que se tendrán mayores consecuencias en el suministro eléctrico al originarse en desastres naturales, sin embargo, esta vez, el origen informado del apagón fue una operación indeseada de las protecciones eléctricas de una de las principales líneas del sistema eléctrico, sin la existencia de una falla.
De esta forma, ya que para esta falla no hay antecedentes de un efecto externo mayor, vale la pena preguntarse: ¿tan frágil es el sistema eléctrico chileno? A la verdad, no, en caso contrario, la frecuencia de estos eventos sería mayor, sin embargo, no es infalible si se lleva a una condición crítica. A esto se suma la posible ocurrencia de fallas no previstas en simulaciones (fallas simultáneas, fallas en cascada) o simplemente por una operación abrupta debida a la acción humana en los sistemas de control y protección.
¿Cómo se puede saber si el comportamiento mostrado permite evidenciar alguna debilidad del sistema eléctrico? Esto habrá que confirmarlo luego de la investigación pertinente. Para ello, cada empresa involucrada debe elaborar su informe de falla respectivo, los que posteriormente son reunidos y analizados por el Coordinador Eléctrico Nacional, el que finalmente emite un Estudio para análisis de falla, que es enviado a la SEC (Superintendencia de Electricidad y Combustibles), que es el organismo fiscalizador.
Dada la gravedad de este evento: ¿los ciudadanos deberíamos estar preparados para futuros eventos semejantes, comprando generadores, por ejemplo? Este tipo de eventos es muy excepcional, es más, a pesar de que el sistema mejore su resiliencia y opere en condiciones seguras, siempre existirán eventos de fuerza mayor, como un terremoto, un incendio, u otras condiciones climáticas extremas que fuercen al sistema eléctrico a operar completamente fuera de sus condiciones de diseño. Dicho esto, sí, sería bueno estar preparado, pero no más allá de lo que uno haría pensando en lo que cualquier desastre natural demande.
Después de las investigaciones y análisis respectivos, tendrá que evaluarse si hay que mejorar la resiliencia del sistema para evitar un impacto menor, mediante un cambio de estándares de diseño y operación, lo que tendría impactos económicos. Por otra parte, el tiempo asociado a la recuperación del servicio debería reducirse significativamente, para lo que se requieren sistemas de comunicación operativos, que son vitales para la supervisión y control de las instalaciones, pues el sistema se opera en forma remota (recordemos que hay una distancia de más de 3.000 km) y se requiere coordinar el accionamiento de las instalaciones de las más de 800 empresas coordinadas. Ello podría llevar a revisar los estándares de funcionamiento y prueba de los sistemas de comunicación ante eventos de esta magnitud.
Además, habrá que revisar el comportamiento de las plantas de generación fotovoltaica y eólica y qué se requiere de su desempeño durante estas contingencias, puesto que se han incorporado en forma vertiginosa en la matriz energética.
Por otra parte, se debe seguir trabajando en el mejoramiento del modelamiento del sistema eléctrico, pues ello permite simular estos eventos sin afectar al sistema real, obteniendo así formas para prevenirlos y acotarlos. Para ello, podría utilizarse la información de eventos de contingencias o fallas anteriores para comprobar y ajustar continuamente dichos modelos. Además, es relevante el uso de la información en torno a los estudios para análisis de falla, para avanzar en la gestión de dicha información, de forma de comprobar, por ejemplo, la implementación de las mejoras a los problemas detectados, verificar los mejoramientos anunciados por las empresas coordinadas, recabar información faltante, y anticipar la toma de decisiones que resulten de la gestión de la información y estadísticas de fallas en el sistema eléctrico.
Esperemos que sigamos avanzando hacia el diseño, operación y mantenimiento de un sistema eléctrico nacional más robusto a partir de las experiencias pasadas.