Universidad Técnica Federico Santa María

Ya no basta con sumar mujeres: hay que transformar la ecuación

Por: Estefanía Bravo Rubio

, profesora.

Departamento de Matemática.

7 - mayo - 2025

Durante siglos las matemáticas han sido presentadas como un territorio neutro, puro, reservado a unos pocos iniciados. Pero esa supuesta neutralidad ha sido construida desde una mirada profundamente parcial, donde las mujeres —cuando han estado— han debido ocupar los márgenes. La historia está llena de ejemplos: científicas que firmaron con seudónimos masculinos, académicas que fueron silenciadas, investigaciones de gran valor que no recibieron el reconocimiento debido por razones que nada tienen que ver con el rigor matemático, y sí con el género de quien las desarrollaba.

Visibilizar a las mujeres en matemáticas, por tanto, no es solo un acto de reparación histórica: es una forma de disputar qué voces son consideradas legítimas en la construcción del conocimiento. No se trata simplemente de sumar nombres a una lista, sino de cuestionar quién ha tenido —y quién sigue teniendo— el derecho a contar la historia. En un campo donde el capital simbólico ha estado tradicionalmente asociado a lo masculino, redistribuirlo no es menor: implica cambiar qué se valora, qué se enseña, cómo se enseña y a quién se escucha, considerando también a quienes divulgan, enseñan o crean comunidad desde otros lenguajes.

Es por estas razones que el 12 de mayo, en el que se conmemora el Día de la Mujer Matemática, es, sobre todo, una oportunidad para transformar imaginarios. Para muchas niñas y jóvenes, pensar en una carrera científica se vuelve posible solo cuando ven a otras que ya han transitado ese camino. Referentes reales, cercanos, diversos —y no solo grandes figuras del pasado— son clave no solo para despertar vocaciones, sino también para sostenerlas en el tiempo. Porque saber que no se es la primera, ni la única, ni la última, es lo que permite resistir cuando aparecen las dudas o el aislamiento.

En ese sentido, espacios como encuentros, redes y actividades de visibilización son más que instancias simbólicas: son formas de crear comunidad donde antes hubo soledad. De compartir experiencias, validar trayectorias y reconocer que hacer ciencia también es un acto colectivo. Esa es una de las grandes transformaciones que las mujeres están impulsando en la matemática: proponer otra manera de habitar la disciplina, una que desafía la imagen del genio solitario y reconoce la afectividad, la colaboración y la diversidad como parte de la práctica científica.

Conmemorar este día es, entonces, abrir caminos. Es seguir sembrando una transformación cultural que ya está en marcha, pero que aún necesita cuidados, políticas activas y voluntades sostenidas. Porque ya no basta con sumar mujeres: hay que transformar la ecuación. Y en esa tarea, la presencia femenina en las matemáticas no es solo necesaria, sino profundamente revolucionaria.

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