Columna de Patricio Valdivia, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica.
El anuncio de reapertura de la central termoeléctrica en base a carbón Ventanas 1 en agosto de 2021 por parte del Coordinador Eléctrico Nacional (CEN), abrió el debate respecto a un eventual retroceso respecto a la descarbonización en Chile. Sin embargo, es necesario explicar los argumentos técnicos y regulatorios de esta medida antes de elucubrar hipótesis incorrectas.
En el marco del plan de retiro voluntario de centrales a carbón, la Central Ventanas 1 de AES Andes fue declarada en Estado de Reserva Estratégica (ERE), lo cual es distinto al retiro definitivo del Sistema Eléctrico Nacional de instalaciones.
El problema es que nadie podría suponer que esta medida sería revertida a tan escasos meses de ser declarada. El motivo: el actual escenario hídrico y el proceso de planificación energético chileno, entre otros aspectos.
Pese a que finalmente esta reapertura fue suspendida, desde el punto de vista técnico es importante señalar que el Sistema Eléctrico Nacional requiere un nivel de inercia adecuado para absorber las variaciones propias de las perturbaciones que se producen en la red. En condiciones normales, esta inercia proviene de las masas rotarias de los generadores hidroeléctricos y en menor medida, de la termoelectricidad. En tiempos de escasez hídrica la inercia requerida para la estabilidad del SEN debe, inexpugnablemente, provenir de la generación térmica (en base a gas y carbón). Esto explica el criterio que utilizó el CEN para pensar en reestablecer Ventanas 1 desde su condición de ERE.
En 2016 se establece por primera vez en nuestro marco regulatorio un esquema de Planificación Energética, pero este cuerpo normativo no cuenta aún con una estrategia de transición energética. Es urgente planificar adecuadamente el proceso de descarbonización, y abordar seriamente como país el reemplazo de tecnologías termoeléctricas en base a carbón.
Además, la abrupta decisión de desconectar centrales en base a carbón conlleva un problema laboral, debido a que las personas que han trabajado décadas en las centrales termoeléctricas en base a carbón no alcanzan a ser capacitados en otras tecnologías de generación, destinando peligrosamente a esa masa crítica al desempleo.
Otro impacto del esquema acelerado de la descarbonización chilena son las consecuencias ambientales. Suena un poco ilógico que centrales en base a carbón estén siendo reemplazadas con centrales diésel, que normalmente son utilizadas como unidades de respaldo, ya que estas son igual o mayormente contaminantes que las primeras. El problema es que en realidad el reemplazo de centrales termoeléctricas en base a carbón aún no está tecnológicamente definido y tampoco se están realizando las inversiones necesarias para este recambio. Lo anterior, sin mencionar que las centrales termoeléctricas de ciclo combinado están llegando a su vida útil en Chile y tampoco se han comenzado a renovar.
Con todo lo anterior, podemos visualizar cómo Chile forzosamente está implementando un esquema de descarbonización sin mediar medidas sociales, técnicas y ambientales, que curiosamente podría generar un daño mayor al problema inicial.