El proyecto, impulsado por la Dra. arquitecto Muriel Diaz; Msc. arquitecto Fernando Hammersley y Msc. ingeniero Pedro Serrano, desarrolla el concepto de “ciudad comestible” y busca transformar el paisaje urbano con edificios en madera que integren huertos y cultivos en altura.
En respuesta a la escasez de áreas verdes en las ciudades y los desafíos del cambio climático, los académicos del Departamento de Arquitectura de la Universidad Técnica Federico Santa María (USM), lideran una innovadora propuesta que persigue la ruralización de las urbes e introducir la edificación en madera de edificios en altura, pensando en una opción sustentable y alimentaria para renovar Valparaíso.
Esta iniciativa, que desarrolló el taller avanzado de 4° y 5° año de la carrera de Arquitectura, 1er. semestre 2025, busca integrar la agricultura en el tejido urbano a través del diseño de edificios en altura de madera tecnificada con espacios en su interior para la producción alimentaria vegetal también de alta tecnología.
El proyecto, que se encuentra en una fase de exploración, tiene como objetivo principal ruralizar la urbe para enfrentar desafíos ambientales, sociales y económicos. Según indica Pedro Serrano, quien es director de la Unidad de Arquitectura Extrema “la idea es plantear un cambio de paradigma en la arquitectura y la planificación urbana, alejándose de la idea de que la ciudad y el campo son mundos separados”, precisando que “el diseño de edificios verdes y la incorporación de la producción de alimentos en ellos no solo busca alimentar a las poblaciones, sino también generar un impacto positivo en el entorno”.
“Nuestras ciudades le siguen quitando miles de hectáreas a nuestras superficies de cultivo, lo que reduce las capacidades de retención de CO2 del territorio. La tecnología de hoy, sin embargo, permite cultivar eficientemente en las ciudades, desde áreas verdes y plazas hasta muros, techos y terrazas, usando muy poca agua y si suelo”, agrega el investigador.
La propuesta inicial del taller, desarrollada por la Unidad de Arquitectura Extrema contempla diversos modelos de edificaciones verdes, entre ellas torres habitacionales con huertos en balcones, invernaderos en altura y fachadas comestibles, así como edificios mixtos que combinan funciones residenciales, comerciales y agrícolas. “Estamos desarrollando por primera vez en la USM edificios de altura en madera, con estructuras tecnificadas, usando CLT, madera contra laminada y GLT vigas y pilares de gran dimensión pegadas de laminado unidireccional, capaces de sostener estructuras en altura, cultivos tecnificados, aprovechar energías renovables y generar alimento limpio a nivel local”.
Estos diseños incluyen tecnologías como iluminación LED de alta eficiencia, sistemas solares fotovoltaicos, cultivos sin suelo, ultraeficientes en agua, sustratos livianos, hidroponía y aeroponía, con módulos adaptables a climas cambiantes como el que está viviendo Valparaíso, con lluvias intensas, nublados frecuentes y olas de calor, por lo que se propone incorporar invernaderos para asegurar un entorno de cultivo controlado y eficiente.
Si bien la arquitectura del siglo XXI ya ha planteado muchos ejemplos de edificación verde, esta iniciativa va un paso más allá al proponer que el verde sea comestible, además de que plazas y bandejones urbanos cuenten con árboles frutales en lugar de especies ornamentales contaminantes como el plátano oriental. “La idea es poner estos temas en la mesa del futuro. Las estructuras de los edificios propuestos tienen diferentes configuraciones, desde huertos en terrazas y balcones hasta edificios con placas alternas que desarrollen plazas hortícolas en todo el piso o incluso ‘fundos verticales’, donde todas las placas sean huertos”.
Cambio climático y calidad de vida
Esta iniciativa, además de ofrecer una solución para la producción cercana de alimentos, tiene un rol crucial en la lucha contra el cambio climático y la mejora de la calidad de vida urbana. Aumenta el agua retenida, regulando la temperatura. Los edificios con fachadas y terrazas verdes comestibles contribuirían a mejorar la oxigenación del aire, secuestrar dióxido de carbono y fomentar la biodiversidad. Habrá más insectos, más pájaros, y lo que es muy importante, se reincorporará a las abejas. El dióxido de carbono, cuyo exceso produce el calentamiento global, es un problema que esta propuesta ayudaría a mitigar.
Asimismo, la presencia de vegetación disminuye la concentración de luz solar y la reflectividad de las superficies de la edificación, combatiendo el efecto de las “islas de calor” que elevan las temperaturas urbanas varios grados por encima de su entorno natural.
El proyecto también aborda la auto- sustentabilidad y el ahorro en el transporte de alimentos, lo que se traduce en una menor huella de carbono. “Si la ciudad, más aún los edificios, producen parte de sus alimentos, se ahorrará además el transporte y las muchas transacciones que hoy permiten llegar con las hortalizas y frutas al consumidor urbano”, destacan los especialistas”.
Valparaíso es una de las ciudades con menos áreas verdes por habitante del país, con apenas 0,6 m², lejos del estándar internacional de 16 m². Sin embargo, posee numerosas quebradas no urbanizadas con un importante potencial agrícola. Para Pedro Serrano, estas áreas representan un recurso clave, ya que “las quebradas son espacios públicos hoy desorganizados, con un enorme valor natural. Integrarlas como patrimonio productivo y ambiental requiere un plan de carácter épico, con inversión, manejo cultural y compromiso ciudadano”.
La ciudad comestible aún parece un sueño, pero de eso se trata la universidad: llevar los sueños a ideas y propiciar que sean posibles.
La edificación en altura con madera tecnificada es también una idea que permea hoy a las propuestas de arquitectura globales