Columna de opinión de Eric Suárez, académico del Departamento de Física.
El país con mayor inequidad, de acuerdo con la medición de 2022, es Sudáfrica con un índice Gini de 0,63 mientras que los países con sociedades más equilibradas son Islandia, República Checa, Noruega, Finlandia, entre otros, con valores alrededor de los 0,25.
Hemos oído mencionar muchas veces de este índice y es necesario explicar algunas consideraciones. El índice Gini es una medida de la inequidad de una distribución cualquiera y puede aplicarse a diversas áreas del quehacer humano. Es una medida matemática y no depende del contexto específico, sino de la distribución de una variable concreta dentro de una población. Es más conocido por la comparación de la desigualdad de ingresos o riqueza entre países, pero también puede emplearse para medir la desigualdad en otros ámbitos como la educación, la sanidad y el acceso a los recursos, incluso la ciencia.
Por ejemplo, en educación, el índice de Gini puede utilizarse para medir la distribución de los logros educativos o las calificaciones de los exámenes entre una población. En sanidad, puede utilizarse para medir la distribución de los resultados sanitarios o el acceso a estos mismos.
Veamos cómo se calcula. El índice se obtiene a partir de la llamada curva de Lorenz que muestra cómo se distribuye cierto resultado en una población y la compara con la igualdad perfecta. Por resultado, podemos entender diversas variables como ingreso, acceso a la salud, salario de deportistas, citas de artículos científicos, etc.
Para crear la curva de Lorenz, trazamos el porcentaje acumulado de la población en el eje de abscisas (eje X) y el porcentaje acumulado de los resultados obtenidos en el eje de ordenadas (eje Y). La equidad perfecta se mostraría en el gráfico como una línea en la que cada aumento porcentual de la población es igual al mismo aumento del resultado, el 20% de la población obtendría el 20% de los resultados, el 50% obtendría el 50%, y así sucesivamente. La curva de Lorenz sería una recta con pendiente de 45°.
Las curvas que se desvían más de la línea de la equidad tienen más inequidad aparente y mayor índice de Gini. A partir de la figura el índice se obtiene dividiendo el área A entre la suma de A+B; G= A/(A+B).
Múltiples factores influyen en el índice Gini y cada entorno tiene sus peculiaridades. Por ejemplo, para disminuir el índice Gini de la riqueza muchos países toman medidas como aumentar impuestos o crear incentivos a las empresas para aumentar salarios, etc.
El índice es aplicado a otras actividades, por ejemplo, si comparamos los salarios percibidos por los deportistas vemos que las grandes ligas de baseball (MLB) es la que tiene el mayor índice con G=0,63. La liga premier de futbol inglesa (EPL) sin embargo tiene G=0,45. Esto pudiera ser explicado porque la MLB no tiene un sistema de regulación de salarios como sí lo tiene la competitiva EPL.
Afortunadamente, en la salud los valores de Gini obtenidos se acercan a la equidad plena con valores por debajo de los 0,05 en estudios realizados en diversas poblaciones.
Artículos científicos
En un artículo publicado en la revista PNAS, dos investigadores de Dinamarca analizaron 4 millones de autores y 26 millones de artículos científicos, y constataron que entre 2000 y 2015 el coeficiente de Gini para citas de artículos científicos ha pasado del 0,65 al 0,70. El 1% de los científicos más citados ha aumentado su cuota acumulada de citas del 14 al 21%.
Un análisis a profundidad muestra que los científicos más citados residen en universidades de alto nivel de Europa Occidental y Australia, mientras que en Estados Unidos se ha producido un ligero descenso.
Los autores afirman que la distribución de las recompensas científicas es notablemente desigual, y un estrato relativamente pequeño de científicos de élite disfruta de privilegios excepcionales en términos de financiación, instalaciones de investigación, reputación profesional e influencia. Esto es conocido en la literatura como efecto Matthew: los científicos más destacados reciben más recompensas de las que merecen por su investigación. Datos recientes indican una brecha cada vez mayor entre los «ricos» y los «pobres» de la ciencia en cuanto a niveles salariales, financiación de la investigación y acumulación de premios científicos.
La desigualdad puede fomentar la competencia creativa en el sistema científico. Sin embargo, también puede conducir a una densa concentración de recursos con rendimientos decrecientes de la inversión (intelectual y fiscal) y a monopolios en el mercado de las ideas.
Este es un tema no trivial, pues hay muchas variables que pueden influir en esa situación. El factor que considero más influyente es el monto o porcentaje del PIB que dedican a la ciencia esos países y en específico al financiamiento recibido por los grupos de investigación más citados. Generalmente, hay una alta correlación entre artículos y citas con el financiamiento recibido.
Editoriales
Por otro lado, las editoriales han hecho un negocio con la ciencia. Publicar en revistas de alto impacto es un objetivo de muchos científicos para garantizar mayor visibilidad a sus trabajos, mejor evaluación de proyectos, etc. Estas revistas, por lo general, como quieren mantener altas las citas y con ello el “factor de impacto” de la revista, no se arriesgan y generalmente solo pasan al comité editorial grupos establecidos. En Nature, una de las revistas con mayor índice de impacto, sólo el 10% de los artículos enviados son aceptados para revisión; 5 países tienen índices de aprobación mayores al 5% y 17 por encima del 1%. El resto de los países tiene tasas de aprobación por debajo del 1%.
Los autores con más citas y artículos tienen mayor probabilidad de obtener financiamiento, lo que les permite ampliar sus laboratorios de investigación, redes de colaboración y, en última instancia, aumentar sus índices de publicación y citación. En un sistema de evaluación, en el que las decisiones de financiación y contratación se basan en gran medida en índices bibliométricos, cabe esperar que se incremente la concentración de publicaciones y citas.
Hay medidas que pueden mitigar el efecto Matthew. En Chile, por ejemplo, solo se evalúa el currículo del postulante mediante proyectos nacionales de los últimos 5 años de producción científica.
La tendencia muestra que la ciencia en el mundo avanza hacia centros concentradores de conocimiento, una suerte de monopolio de la investigación. Los investigadores de países del tercer mundo tratan de colaborar con estos centros de élite para darle visibilidad a sus ideas, pero esto no ha hecho más que reforzar el efecto.
Hay muchas historias donde resultados científicos obtenidos en el cono sur son menos citados que otros de igual o menor nivel producidos en el hemisferio norte. En mi opinión, hay una tendencia a la cita “fácil”: citar artículos de grupos establecidos con la esperanza de indirectamente potenciar nuestro resultado. Es imperativo una revisión bibliográfica profunda e imparcial del tema de investigación y citar consecuente con ello.
Finalmente, a modo de conclusión, hay muchas preguntas por responder.
¿Es esta la mejor fórmula para una ciencia de calidad? ¿Es preferible una ciencia descentralizada? ¿Son necesarias medidas para evitar la inequidad en la ciencia al igual que se hace en la economía? ¿Podemos hacer algo más en nuestros países, además de incrementar el PIB destinado a ciencia?
En mi opinión, debemos, al menos, impulsar los espacios de colaboración internos, a nivel de universidades, de país y región. La ciencia básica requiere un financiamiento sustancial, por lo que las alianzas ayudarían a paliar el déficit. Adicionalmente, debemos, institucionalmente, incentivar el trabajo colaborativo. Ante una variable global solo las políticas locales ayudarían a revertir este fenómeno.