Columna de opinión de Claudio Tapia, director (s) Departamento de Estudios Humanísticos.
Los últimos días se ha retomado la discusión con relación a la situación de migrantes en Chile. El debate ha trascendido desde los medios de comunicación a las conversaciones de pasillos y aulas, en donde las posturas se presentan mayormente apasionadas y, en ocasiones, con una clara falta de conocimiento sobre el fenómeno.
Se podría partir señalando que, desde los albores de la civilización, se han producido desplazamientos en todo el mundo incluyendo la región americana y, por supuesto, nuestro país. Los denominados pueblos originarios también fueron parte de este proceso, transitando desde el nomadismo en las pampas chaqueanas, mucho antes de la llegada de los migrantes europeos, ávidos de fama y fortuna. Durante la colonia y la pos independencia chilena, no fueron pocos los migrantes que colaboraron en el desarrollo de la política, la ciencia y la educación. Eso sí, cabe señalar que, debido a las características geográficas, las migraciones en Chile fueron en un número menor que en otras zonas, dando la creencia que el desierto, la montaña y el mar eran muros que desincentivaban el proceso.
La búsqueda de mejores expectativas de vida, especialmente en el ámbito económico que trajeron al inmigrante del siglo XIX no distan de las situaciones actuales, además de tener en Chile la mayor cantidad de migrantes que escaparon de conflictos armados en su tierra, como lo es la comunidad Palestina. Hoy la Globalización, que tanto benefició a sectores productivos, ha sido uno de los principales catalizadores de la llegada de migrantes. El crecimiento económico actuó como faro para aquellos que buscan, como se hizo en el pasado, un lugar para mejorar su vida. Entonces, el problema hacia el inmigrante es otro: ¿será que es su condición de latinoamericano? O, peor aún, ¿sólo por ser pobres? Ambas características están apareciendo como principales respuestas al rechazo a la migración.
El tema de la migración, como otros plantean, no se resolverá solamente con una nueva ley (tenemos absurda creencia que basta una ley o un conjunto de éstas para que cambie la manera de pensar y actuar de las personas), sino que se requiere un esfuerzo educativo mayor, como parte de una política de Estado y no la verborrea del oportunista político. Reglas claras para el proceso migratorio, institucionalizado, responsable y no discriminatorio. Más que mal, la mayoría de los europeos que llegaron en el pasado a América y Chile eran pobres en busca de una oportunidad.